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MARÍA NOEL GUILLÉN

  • Foto del escritor: Sabrina Bianchi
    Sabrina Bianchi
  • 9 jun
  • 2 Min. de lectura

Soy María Noel. Soy Arquitecta y actualmente curso el segundo año del Máster en Creatividad, Innovación y Comunicación.


Trabajo en la Unidad de Gestión de Calidad y Sostenibilidad de la Intendencia

de Montevideo, y me he formado como Gerente de Calidad 4.0 (LSQA) y como

Especialista en Gestión Ambiental (UNIT).


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ARQUITECTURA:

UNA EXPERIENCIA DE COMUNICACIÓN

LA SAGRADA FAMILIA


Visitar la Sagrada Familia marcó un antes y un después en mi manera de entender la arquitectura. Ya no la pienso solo como algo que se construye o se habita. Estar allí, adentro, fue darme cuenta de que la arquitectura también se siente, se escucha, se vive con todos los sentidos.


Gaudí no sólo diseñó un edificio: creó una experiencia.


Más allá de su monumentalidad física, lo que verdaderamente impacta es la forma en que cada detalle fue concebido para conmover a quien la visita. Desde la textura de sus fachadas hasta la luz que atraviesa los vitrales, todo está diseñado para activar los sentidos.


En especial, la Fachada del Nacimiento — la única terminada por Gaudí en vida—representa la vida, la esperanza y la espiritualidad. Cada escultura, cada forma orgánica, transmite un mensaje.


Las torres coronadas con pináculos cubiertos de mosaico veneciano brillan bajo el Sol, y cada una está dedicada a un apóstol, reforzando el carácter simbólico de la obra. Todo tiene una razón de ser.


La Fachada de la Gloria, aún en construcción, será la más monumental. Representará el acceso principal al templo y la culminación simbólica del recorrido espiritual. En ella se plasmarán el juicio final, el infierno y la gloria, recordándonos que esto no es solo una obra arquitectónica.


Caminar por su interior es como moverse dentro de un bosque sagrado. Te sentís pequeña ante esa inmensidad que conmueve y emociona. Movimiento, textura, silencio, memoria y luz: todo se une para ofrecer una vivencia única.


Es imposible no emocionarse. Porque cuando la arquitectura logra tocarnos así, deja de ser construcción para convertirse en experiencia.


Y esa es la verdadera magia de la Sagrada Familia: nos invita no solo a mirar, sino a sentir.




La arquitectura no es solo espacio: es mensaje. A través de la luz, los materiales, las formas y el recorrido, un edificio puede comunicar tanto como un discurso. Nos habla sin palabras y activa nuestros sentidos.


Visitar la Sagrada Familia me hizo entender que el diseño también es comunicación. Cada decisión arquitectónica guía la experiencia del usuario y construye un relato que se siente, se interpreta y se recuerda.

Cuando un espacio logra emocionarte, también está comunicando. Y ese vínculo entre sentir y comprender es, en esencia, comunicación.

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